miércoles, 11 de mayo de 2011

Ley de prepagas

Ayer me puse a ver un rato a la noche C5N, y me encontré con Claudio Belocoppit (Presidente de Swiss Medical) charlando con Longobardi. Esta persona estaba explicando y vaticinando la muerte del sistema nacional de salud en caso de que sea sancionada y reglamentada la reciente ley de prepagas. Concretamente dio una explicación actuarial, económica, de porque no funcionaría el nuevo régimen de prepagas, al cual comparó con cualquier seguro de otra índole (automotor, del hogar, etc). Basicamente su razonamiento era el siguiente:
Actualmente el sistema de prepagas funciona gracias a que los afiliados sanos cubren, financian, a los enfermos. Como el universo de esos sanos es mucho mayor al de los enfermos, el sistema cierra económicamente. Si con la nueva ley de prepagas se les permite a las personas con enfermedades preexistentes ingresar a cualquier prepaga en cualquier momento, el sistema colapsaría, ya que los afiliados sanos se retirarían del mismo y recién volverían a afiliarse cuando les apareciese una enfermedad. De esta manera, por pura lógica, ese universo se reduciría drásticamente, dejando cada vez más un universo más grande de afiliados enfermos que no podría ser ya financiado.
Esta explicación es, cuanto menos, dudosa. Paso a explicar los motivos de mi forma de ver la situación.
El señor Belocoppit se olvida de ciertas cuestiones que no pueden no tomarse en cuenta para realizar este análisis:
  1. Las prepagas también funcionan como obras sociales, razón por la cual hay una cantidad fija de afiliados a los que esta ley no tocaría en nada y por ende todo seguiría igual para ellos. Con esto quiero decir que ese dinero que les ingresa, les seguirá ingresando, máxime tomando en cuenta que las retenciones que se le realizan al trabajador para pagar la obra social contratada por cada empleador son porcentajes de sus salarios, los cuales se ven actualizados constantemente.
  2. Las personas que pagan prepagas pueden dividirse en dos tipos: aquellas que son trabajadoras en relación de dependencia y por ende ya tienen una obra social pero deciden pagar una prepaga por necesidades particulares y por verse imposibilitadas de elegir esa prepaga como obra social (más adelante en el texto explico este tema); y aquellas que directamente no tienen una obra social (por no ser trabajadores en relación de dependencia o por estar trabajando "en negro") y por ende necesitan pagar una prepaga para verse cubiertas en cuanto a posibles enfermedades y cualquier necesidad de asistencia médica que requieran.
  3. De esos dos universos de personas mencionados el punto 2, habría que hacer el siguiente comentario. Las personas que forman parte del primero evidentemente nunca dejarán de pagar la prepaga porque la necesitan por elección personal. Las que forman parte del segundo tal vez algunas decidan borrarse del sistema de prepagas, pero la cuestión a analizar friamente es si dicha cantidad es o no una cantidad sensible. Una persona que paga una prepaga para verse protegida en cuanto a la salud, dudo mucho que deje de pagar simplemente porque ahora la ley le permite unirse a una prepaga cuando se enferme. ¿Por qué digo esto? Porque las personas sanas no pagan una prepaga esperando en algún momento enfermarse de un tumor o tener un ACV, la pagan por el día a día, porque saben que si se engripan van a poder ir a un médico en 30 minutos y este las va a medicar. Porque sienten la seguridad de que si tienen una carie van a poder ir a un dentista para que se las quiten. Nadie paga una prepaga esperando en tal vez 25 años tener una enfermedad grave. Los menos, como yo, que necesitamos de un servicio de prepaga para la cobertura de medicamentos muy caros, la pagamos por enfermedades que ya tenemos, pero no somos la mayoría.
Una cuestión adicional y que tiene que ver con este tema de forma directa es el de la desregulación de las obras sociales (decreto 446/2000). Según dicho decreto se le permite a cualquier trabajador en relación de dependencia, o incluso autónomo que esté inscripto en la AFIP, a desviar sus aportes a la obra social que desee a fin de afiliarse a la misma y desafiliarse de aquella que tenga el convenio con el empleador. Sin embargo, para que esto pueda ocurrir es necesario que se den dos cuestiones:
  • Que la obra social otorgada por el empleador esté inscripta en la SUPERINTENDENCIA DE SERVICIOS DE SALUD.
  • Que la obra social elegida por el trabajador para derivar sus aportes esté también inscripta en dicha superintendencia.
Lo que permite este sistema de desregulación es que los trabajadores podamos elegir libremente la obra social a la que queremos pertenecer, y esto es bueno porque obliga a dichas instituciones a mejorar sus prestaciones a fin de atraer cada vez a más y más trabajadores. Sin embargo, este sistema lejos está de ser ideal, y el motivo de ello son los 2 requisitos que acabamos de mencionar. Existen obras sociales sindicales que son "cerradas", por lo cual no se inscriben en la superintendencia en cuestión y por ende no permiten la salida y entrada de afiliados. De esta forma mantienen cautivos a sus afiliados y no les dan la posibilidad de elegir la obra social que deseen (ej. Obra Social del Poder Judicial de la Nación). Esto atenta directamente contra el espíritu del decreto 446/2000 y, ahora, contra un posible nuevo sistema de prepagas. ¿Por qué? Porque como dije ese decreto brega por la exelencia de las prestaciones de las obras sociales, las obliga a mejorar las mismas. Sin embargo, cuando se le da la posibilidad a una obra social de no entrar en ese esquema lo que se hace es asegurarle un caudal de dinero proveniente de aportes que nunca van a dejar de estar presentes. Estas obras sociales no tienen porque mejorar sus prestaciones, ya que no corren peligro de perder afiliados y, por ende, aportes.

Con todo este análisis lo que quiero significar es que para que sea viable la nueva ley de prepagas debería modificarse el decreto 446/2000 a fin de que la desregulación sea aplicada universalmente a todas las obras sociales y prepagas. No es justo que un trabajador se vea obligado a tener una obra social que no quiere, menos que menos cuando uno piensa que se trata de un servicio de salud, algo que es extremadamente personal y sensible. Si se hiciese esto sería todo muy simple, porque el universo de afiliados sanos no se reduciría, al menos no en las prepagas que funcionasen bien, todo lo contrario, en estas últimas se agrandaría, posibilitando un mejor financiamiento de los afiliados enfermos y hasta tal vez permitiendo una reducción de la cuota. Las prepagas que no brindan a sus afiliados un buen servicio seguramente terminarían desapareciendo, como debe ser. Esto no es ni más ni menos que el frio sistema capitalista de la OFERTA y DEMANDA.

lunes, 9 de mayo de 2011

Reparto de ganancias

Tal vez sea uno de los temas del año. Después de mucho tiempo de haber sido incorporado este principio (mejor dicho DERECHO) a la Constitución Nacional en su artículo 14 bis (...participación en las ganancias de las empresas...), comenzó una campaña para lograr su reglamentación legislativa y por ende su efectiva aplicación a la vida cotidiana de los argentinos. Esta cuestión, como todas las políticas, jurídicas, sociales y económicas, tiene muchas aristas para analizar, las cuales me parece que están quedando de lado. El impulso del trabajador en relación de dependencia, en su afán de engrosar su ingreso, brega por la aprobación de este proyecto legislativo, pero a mi criterio esto es un error. Hay muchas otras formas por medio de las cuales un trabajador puede recuperar capacidad monetaria, formas que no lo llevarían al mismo también a verse perjudicado en ciertas situaciones puntuales.

Participar en la ganancia de una empresa, sea cual fuere, implicaría que el salario del trabajador estuviese condicionado precisamente por la facturación de su empleador. A priori esto puede parecer bueno, porque si uno le pregunta a cualquier trabajador la mayoría responderá que su empleador "gana mucho dinero". Ninguno se conjura la posibilidad de que el empleador no obtenga grandes ganancias en algún período de facturación o inclusive que hasta pueda tener pérdidas. ¿Por qué pensamos así? No tengo la respuesta, supongo que un psicologo podría darme una mano en esta cuestión. Pero este pensamiento "magico", en el cual ponderamos siempre más lo que no tenemos que lo que si tenemos, nos lleva precisamente a querer participar de esas supuestas ganancias. Hace unos días, discutiendo este tema con una persona muy cercana de mi familia esta persona me decía que "las empresas nunca pierden". Bueno bien, esta afirmación es, cuanto menos, imprecisa. Las empresas si pierden, no siempre, pero tienen períodos de menores rendimientos. Ni hablar las PyMES, que tienen que meterle mucha garra para salir adelante en un país donde no existen los créditos productivos y donde reinan los monopolios y oligopolios que las obligan a tener que realmente sudar la camiseta para poder crecer. ¿Acaso el trabajador de una PyME estaría de acuerdo en reapartir también sus pérdidas? Ahora si tengo una respuesta a la pregunta: no lo creo.

Algunos parecen olvidar que uno de los máximos beneficios de ser un trabajador en relación de dependencia es precisamente tener el derecho a percibir un salario fijo, generalmente a fin de més. Puede parecer una verdad de perogruyo, pero este derecho es el que diferencia al trabajador del emprendedor, porque el primero pone su trabajo a disposición del segundo, no arriesga, cosa que si hace este último. La persona que realiza una inversión de capital en pos de obtener un beneficio económico arriesga mucho de si mismo para lograrlo. Gracias a ese riesgo que toma tal vez obtendrá ganancias, pero también asegura a una X cantidad de trabajadores un trabajo estable con un salario también estable. ¿Esto está mal? No, no es el sistema en si lo que está mal, lo que no está bien es que el trabajador tenga un salario irrisorio, que no sea acorde con las tareas que realiza ni con el lugar donde las ejecuta. Pero esto es agua de otro molino gente, esto no se soluciona repartiendo las ganancias, se soluciona respetando y haciendo respetar la legislación laboral, que por algo tiene el caracter de "orden público", porque es obligatoria para todos y deja de lado cualquier contrato privado que puedan celebrar las partes.

En otra entrada de este blog se trató el tema del impuesto a las ganancias, el cual tiene íntima relación con este. Dicho gravamen socava profundamente el salario del trabajador, por lo cual más que transformar todo el sistema para que este último participe de las ganancias de su empleador, habría que modificar ese impuesto que genera continuamente situaciones de doble imposición sobre un ingreso del trabajador que de ninguna manera puede ser considerado una ganancia.

En definitiva, creo que antes de dar una opinión sobre algo tan sensible como esto hay que informarse y analizar el tema. El proyecto del diputado Recalde es, creo yo, demagógico. Me hace acordar al "no positivo" de Cobos en rechazo de la resolución 125, cuando una cuestión política primó por encima de una necesidad económica y social como era la de frenar las excesivas exportaciones de soja a fin de promover, entre otras cosas, el multicultivo en un país que cada vez más se ve devastado por el monocultivo de soja. Evidentemente nos encontramos nuevamente frente a una propuesta "pogre", pero no porque esto tenga una connotación negativa, sino porque busca atraer votos en un año electoral, ni más ni menos.