jueves, 14 de diciembre de 2017

¿Capitalismo o comunismo?...La fortuna

El título que elegí para este artículo puede llamar la atención y parecer intrincado y sin sentido, pero no, al finalizar su lectura lo entenderán, siempre y cuando tengan interés en definitivamente saber que sistema económico es mejor: ¿el capitalismo o el comunismo? ¿Adam Smith o Karl Marx? ¿USA o URSS? ¿Trump o Putín? (?)....me fui por las ramas.

La discusión entre ambas teorías económicas es harta arcaica. Por años el mundo planteó la grieta entre ellas y la gente debió tomar posición entre una u otra, a veces por convicción y otras tantas por miedo a las represalias.

El mundo del siglo 21 se plantea como uno donde el comunismo prácticamente ha dejado de existir. Sin embargo, paradójicamente, se registran varios casos de resurgimientos del Estado de Bienestar, que si bien lejos está de ser una forma de comunismo, tiene matices que podrían asimilarse a una economía centralmente planificada. Podemos mencionar varios casos de populismos en América Latina (Venezuela con el binomio Chávez-Maduro, Brasil con Lula-Dilma, Argentina con el matrimonio Kirchner, Uruguay con Pepe Mujica, etc), gobiernos socialistas en países del norte de Europa y Francia, y hasta el propio Donald Trump adoptando políticas proteccionistas que son más propias de un Estado cerrado de bienestar que de una economía ultra capitalista y globalizada. Por lo tanto, si bien parece etérea, la discusión recobra una cierta vigencia.

Ahora bien, ¿podemos afirmar certeramente que un sistema sea mejor que el otro?. No se, lo que si podemos asegurar es que ninguno de ellos es perfecto, ni está cerca de serlo, pero vamos por partes.

Lo primero que el lector debe asumir, por más dolor que genere, es que los recursos económicos son limitados. He tenido varias discusiones con distintas personas por este tema y francamente considero bastante absurdo negarlo. El planeta no genera recursos suficientes para mantener a toda su población, así de sencillo. Entonces, el problema que encara cualquier sistema económico no es sólo el de producir sino el de redistribuir recursos, y la cuestión es cuál es la mejor manera de hacerlo.

Por un lado, el capitalismo ofrece libertad de mercado y la actuación de la "mano invisible" de Adam Smith, David Ricardo y muchos otros libertarios del siglo 19. Supone que el mercado regulará la generación y distribución de recursos de manera eficiente.
Por el otro, el comunismo entiende que esa "mano invisible" no existe y que es el Estado el que debe intervenir para determinar que recursos utilizar, para que, cómo y a quién asignarlos. En definitiva en el comunismo es el Estado quien dispone que producir, cómo y a quién entregar los productos.

Introducidos los postulados de ambos esquemas, lo segundo que tenemos que tener presente es que el ser humano es un ser racional y, especialmente, un maximizador natural de utilidades, por lo que siempre tomará sus decisiones buscando optimizar sus beneficios. Tal vez puede sonar frívolo, pero es una realidad que el Hombre siempre intentará, de forma voluntaria o involuntaria, ganar más en todas las situaciones donde le toque intervenir. Cuándo uso el verbo "ganar" no quiero limitarlo solamente a lo "material", al "dinero", sino a cualquier cosa que le genere satisfacción a esa persona, inclusive una cuestión sentimental. Aquí subyace lo tercero que debe tener en cuenta el lector: el ser humano es naturalmente "egoísta" porque siempre tenderá a tomar decisiones que maximicen sus utilidades.

En este punto debo hacer una salvedad: el egoísmo al que me refiero no actúa como un opuesto de solidario. Es decir, una persona puede ser económicamente "egoísta" y aún así ser solidaria con el prójimo y hacer beneficencia en ciertas situaciones (ya sea con dinero, otros bienes materiales u ofreciendo ayuda a modo de servicios). Esto es así porque el egoísmo económico que deriva de la afirmación de que el hombre es un ser racional y maximizador de utilidades funciona en otro plano, mucho más inconsciente que consciente, y desde ya no tiene una connotación negativa, es algo que "es", sencillamente.

Entonces, ya sabiendo que le ser humano es racional, maximizador de utilidades y egoísta por naturaleza resta considerar su actuación en ambos sistemas económicos puestos bajo la lupa. Fácilmente nos daremos cuenta de que uno u otro fallarán indefectiblemente.

Por un lado, pensemos al Hombre en el capitalismo, donde la libertad de mercado le permite hacer negocios "sin restricciones". Evidentemente este sistema es el que mejor permite el desarrollo de aquéllas características que mencionamos repetidamente en el artículo, con lo cual al final del camino el más fuerte, o el dotado de mejores condiciones, será el que acumule mayores y mejores recursos. Es más, ni siquiera será necesario ser más fuerte o más inteligente para "triunfar", bastará con tener más suerte que los otros. Es insoslayable que la fortuna juega un papel fundamental en la vida, sin ir más lejos si pensamos que es sumamente determinante el lugar y tiempo donde una persona nace para su devenir.

Por el otro, si vemos las cosas desde el comunismo, el Hombre participará como un elemento más de un todo que es el Estado. El rol que tenga el ser humano en dicho esquema vendrá determinado, una vez más, por la fortuna que tenga de pertenecer o no a la clase dirigente o acomodada de la sociedad. Es decir, el sistema en si no ofrece mejores condiciones que el capitalismo porque los recursos que reparte el Estado son, como ya dijimos, limitados, por lo tanto ellos de forma alguna alcanzarán para que todos los ciudadanos vivan dignamente. Los postulados comunistas proponen la eliminación de las clases sociales repartiendo los recursos de forma equitativa, pero ello no asegura que todas las personas puedan vivir bien, de hecho es todo lo contrario, como los recursos son escasos la gente en los países que adoptaron sistemas de planificación centralizada ha tenido que vivir en estados de pobreza y desabastecimiento. Claro que no es así para todos, ya que nuevamente tendrán una mejor vida los que hayan tenido la suerte de nacer en el seno de familias acomodadas en el poder.

Es decir, el corolario que puede extraerse de estas líneas es que ningún sistema económico genera condiciones de vida perfectas ni está cerca de hacerlo. Ambos dejan a personas desamparadas y en ambos hay grupos de personas beneficiadas por el simple hecho de "pertenecer". No es uno u otro sistema, es simplemente la fortuna la que determina si una persona vivirá bien o mal, si tendrá recursos o carecerá de ellos. Ninguno de los sistemas aseguran nada, lo único seguro es que son imperfectos. Si se quiere ponderar algo de uno de ellos podríamos decir que tal vez el capitalismo es, al menos, más honesto, porque reconoce las diferencias estructurales y crea un campo de batalla donde las personas luchan por los recursos. El comunismo es una mentira absoluta, una utopía tan irrealizable, y pido perdón por la burda redundancia, que ni siquiera debiera considerarselo como un sistema económico posible.

Los sistemas intermedios, aquéllos que proponen un capitalismo atenuado por la participación del Estado en ciertos aspectos de la economía, tienen buenas intenciones, porque continúan con el sinceramiento capitalista de "el más fuerte gana" pero aportan dosis de asistencialismo a esos que menos fortuna han tenido. Sin embargo, una vez más vemos a estos sistemas fallar cuando pensamos que la administración de ese asistencialismo depende de personas que son naturalmente racionales y maximizadoras de sus propias utilidades.

En definitiva, los sistemas económicos son altamente imperfectos, bregar por uno o por otro se transforma meramente en una cuestión de fe. No existe fundamento técnico para sostenerlos.

Antes de finalizar, quisiera desentrañar la duda que podría surgir en la cabeza de varios lectores: si los sistemas económicos son imperfectos, ¿por qué hay países donde las cosas "funcionan"?. Los países donde la gran parte de la población vive en condiciones dignas, donde la clase media es hiper mayoritaria, son países que tienen algunas o varias de las siguientes características:
  • Chicos en extensión territorial y por ende fáciles de administrar
  • Con una población reducida y altamente calificada
  • Antiguos y que han pasado por varias "tragedias" que llevaron a su población a evolucionar y adquirir un sentido de grupo, arraigando así el concepto de bien común.
  • Extremadamente ricos, con recursos naturales y financieros lo suficientemente cuantiosos como para administrar inclusive en condiciones difíciles.
Lamentablemente la definición no es lineal, aún contando con alguna de estas características un país no será automáticamente desarrollado, pero tendrá al menos las condiciones básicas para en algún momento lograrlo, sin dudas.

martes, 12 de diciembre de 2017

Delincuencia, pobreza y economía

La delincuencia, como cualquier otra circunstancia que uno afronta en la vida, tiene enteramente ribetes económicos. La decisión de cometer un acto ilícito o no hacerlo es puramente económica, por más que cueste así pensarlo. Les voy a explicar porque.

Delinquir implica, obviamente, costos y beneficios. Los beneficios son evidentes: obtener dinero (siempre que asociemos la acción de delinquir con robar, hurtar o cualquier otro delito que atente contra la propiedad como también podría ser una estafa). ¿Y los costos? Bueno, el costo esencial de cometer un delito es la sanción posible establecida en la ley (prisión, multa, etc).

Lo interesante de este planteo es que el costo de delinquir podría ser fácilmente desglosado en tres componentes, los que podríamos titular: propensión a la captura (C), monto de la pena (P) y costos de ejecución (E). Expliquemos cada uno para poder entenderlos.

Propensión a la captura se referiría a la posibilidad de ser atrapado por las autoridades luego de haberse cometido el ilícito. Monto de la pena es ni más ni menos que la cantidad de años que el delincuente debería pasar en prisión o la cuantía de la multa que debiera pagar en caso de que la sanción fuese de este tipo. Finalmente, los costos de ejecución son sencillamente aquéllos en los cuales el actor debe incurrir para lograr su cometido -ej: compra de herramientas para forzar una puerta-, sumando además los costos de no realizar con dichos recursos actividades alternativas (COSTO DE OPORTUNIDAD)

De esta forma, fácilmente podemos crear una fórmula donde el costo total (CT) sea la resultante de multiplicar sus componentes.

C x P x E = CT

Lo que esta simple ecuación nos demuestra es que el aumento de cualquiera de los componentes recién descritos eleva proporcionalmente el costo total de cometer un delito. Entonces, para el delincuente valdrá la pena cometer el delito si el costo total (CT) es menor a los beneficios que calcula obtener (B).

CT < B

La conclusión a la que nos hace arribar este sencillo planteo es que para una persona será provechoso delinquir si gana más de lo que pierde, por lo cual el Estado tiene la posibilidad de manipular esas componentes -C, P, y en menor medida E- para lograr un aumento de CT que incentive negativamente a aquélla a cometer el acto ilícito (CT > =B).

¿Cómo se lograría esto? Bueno, por ejemplo un aumento en la cantidad de personal policial patrullando automáticamente subiría los porcentajes de captura de criminales, elevando C. O un aumento de las penas previstas en las normas subiría evidentemente P. Cómo indiqué, más difícil es la manipulación de E porque tendría que ver con costos de insumos y servicios que no sólo son utilizados con fines delictivos.

Hasta acá es todo bastante claro. Ahora bien, ¿cómo vinculamos esto con la pobreza? La respuesta también surge clara: por los incentivos. Acá entra en juego un término clave en economía, como es el costo de oportunidad. El costo de oportunidad es lo que uno pierde al utilizar los recursos en determinada actividad y no hacerlo en otra. Por ejemplo, si yo voy al kiosko y compro un alfajor con $10 estoy perdiendo la posibilidad de con esos mismos $10 hipotéticamente comprar una medialuna en una panadería. En el ejemplo el costo de oportunidad es la medialuna, por lo que se interpreta que para mi tiene mayor valor de uso el alfajor que aquélla.

Habiendo sido introducido este concepto, volvamos al problema de la pobreza. Una persona con pocos recursos económicos tendrá costos de oportunidad muy bajos. Un hecho ilícito le generará muchos más beneficios que cualquier otra actividad que desarrolle, por lo tanto siempre tendrá un incentivo mucho mayor a cometerlo que una persona que vastos recursos económicos. Para esta última, el costo de oportunidad de delinquir es altísimo, porque sus recursos rendirán mejor en actividades alternativas y así maximizará sus utilidades.

En definitiva, una persona de clase baja tiene mayores incentivos a delinquir que una de clase alta, esto siempre y cuando el CT sea el mismo para ambas personas. Hago la aclaración porque en muchos países -especialmente corruptos y desiguales-, personas de clase baja tienen una propensión a ser capturadas delinquiendo mucho más alta que aquéllas de clase elevada, con lo que el CT evidentemente no será el mismo para ellas. Sin embargo, a pesar de ello, dado que dicha propensión sigue siendo exageradamente baja, CT < B, y por ende el incentivo a delinquir permanece intacto.
Asimismo, y como ya se indicó arriba, el costo de oportunidad de una persona de clase pudiente es tan alto que no le conviene cometer un delito: sus recursos generarán más ganancias en actividades lícitas. Podría decirse, para simplificar, que una persona "rica" tiene mucho más que perder que una "pobre".

Se ve a todas luces que la pobreza genera incentivos para cometer delitos, los que podrían ser alterados por el Estado para que ello no ocurriera. Obviamente que también deberían ser adoptadas medidas para evitar que esas personas se encuentren en situación de pobreza, o mejor aún, evaluar si es menos costoso tratar al delito ex post o ex ante, es decir, si el Estado gasta más recursos bajando los niveles de pobreza -y reduciendo por lógica los niveles de delincuencia- (estrategia ex ante) o lo hace penando a los delincuentes a través del sistema judicial y carcelario (estrategia ex post). Me arriesgo a opinar que las estrategias de prevención de delitos son mucho más baratas que las de penalización del mismo, y que Estados en vías de desarrollo simplemente utilizan la pobreza y la delincuencia para fines espurios.