miércoles, 8 de junio de 2011

Argentina: un país en estado de protesta permanente

Es muy común hoy en día, por no decir que es algo constante, prender la radio o la televisión a la mañana tempranito y recibir la misma información todos los santos días. No, no hago referencia al estado del clima, sino que además de eso es ya típico que los medios hagan un informe (bastante detallado y preciso por cierto) de cada una de las protestas y piquetes que azotarán la Ciudad de Buenos Aires en el día de la fecha. Más allá del paradójico elogio que debo hacer de dicha logística, la cual permite al menos prevenir un poco el modo de transitar por esta jungla de concreto, me parece bastante llamativo que estemos tan empapados de esta realidad, casi como si fuese algo lógico el hecho de estarnos quejando todo el tiempo. Es tal vez hasta patológico. Desde aquel "cacerolazo" con el cual "chupete" De La Rua abandonó su puesto presidencial en 2001, nos hemos acostumbrado a realizar una protesta cuasi permanente. Se protesta por todo, ni más ni menos. Ahora bien, ¿qué análisis se puede hacer de esto?

Es inevitable hacer un análisis valorativo de la cuestión. No puedo dejar de emitir una opinión propia sobre esto, dado que vivo en la Ciudad de Buenos Aires y, por ende, me veo directamente afectado y comprometido por la "protesta permanente", tanto del lado pasivo como del lado activo. Tomando en cuenta esto, debo decir que no me parece algo correcto. Ojo, no digo que no esté bien protestar. Está perfecto reclamar por algo que uno considera justo, es hasta podríamos decir 'valiente', pero lo que está mal es quejarse excesivamente o utilizando medios desproporcionados para con el fin de la queja. Hay un ejemplo muy visual y que nos toca hoy en día y es el de las protestas en España. Desde acá las vemos y decimos: eso lo vivimos nosotros día a día. Hasta nos preguntamos: ¿qué le ven de raro?. Sin embargo, es casi noticia mundial el evento. ¿Por qué no es noticia mundial las protestas que se desarrollan acá?, y me refiero estrictamente a las ocurridas día tras día luego de esa ocurrida en diciembre de 2001. La respuesta es sencilla: nos acostumbramos, y creo que acostumbramos al mundo, a vivir en un estado de protesta permanente. De esta manera desvirtuamos la medida de fuerza y le hicimos perder, valga la redundancia, fuerza. Una cosa directamente relacionada con esto es lo dispuesto en la Constitución Nacional respecto del derecho de huelga. Sí, es cierto que tenemos derecho a hacer una huelga en nuestros trabajos cuando queremos hacer un reclamo, pero NO, no es cierto que se puede hacer una huelga por todo. La huelga como tal es una medida de fuerza que debe ser utilizada sólo como última opción, y esto está re contra confirmado por la jurisprudencia. Entonces, ¿hay que evitar las protestas, los cortes de calles?. Si y no, ya que hay que evitar hacerlas de manera tan liviana, pero no hay que dejar de hacerlas de forma permanente. Con esto quiero decir debemos tener prudencia con las medidas que adoptamos, ya que podemos llegar a agotar los caminos demasiado rápido y de esta manera quedarnos nosotros mismos sin herramientas para continuar los reclamos. Tenemos que evitar hacerle perder legitimidad a la protesta.

En definitiva no está mal quejarse, como ya lo he dejado bastante claro, lo que está mal es elegir los medios equivocados para hacerlo. Si por cualquier cosa cortamos una calle (más allá de que yo ya me he expresado en este espacio diciendo de que todos tenemos un derecho constitucional a circular libremente por todo el territorio nacional), no sólo nos ganamos una mala reputación social y un repudio generalizado para con la protesta, sino que la terminamos desvirtuando y, como también ya dije, le hacemos perder fuerza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario